Con el estudio logosófico aprendemos que en la vida humana se distinguen dos naturalezas que ejercen una influencia permanente: la física y la espiritual. Descubrir y atender cada día ambas naturalezas nos permite comprender muchas situaciones que antes no encontraban explicación. En este artículo compartimos algunas reflexiones que esperamos resulten de utilidad.



A lo largo de los días, el ser humano vive en su mayoría una vida condicionada por el tiempo y por diversas obligaciones cotidianas. Entre ellas se encuentran las biológicas que invitan al cuerpo a despertar, a comer y a realizar actividades físicas. Hay también obligaciones implicadas en la subsistencia material, como la profesión y los estudios. También sentimos que hay la necesidad de relacionarnos con nuestros semejantes, de convivir, vincularnos y compartir experiencias.

Es evidente que el ser humano tiene capacidades y es dotado de sistemas diferentes a los animales. Además de muchas similitudes y de infinitas posibilidades de aprendizaje con ellos, el ser humano tiene una mente con la que es capaz de pensar, crear y realizar cambios en su propia vida.

¿Será que nuestra vida debe estar condicionada por las circunstancias del tiempo y de las obligaciones? 

Está comprobado que el ser humano es capaz de algo más y que está en las manos de uno mismo descubrir cuáles son estas posibilidades.

Con la Logosofía aprendemos que el ser humano es el único ser de la Creación que puede realizar cambios por propia determinación. Si pensamos en los pájaros, con su canto, pueden evolucionar hasta cierto momento, pero su condición es determinada por las limitaciones de su ser, animal e instintivo. Además de actuaciones para protección de su conjunto y subsistencia, no hay una motivación interna para mejorar sus posibilidades.

¿Cómo podemos explorar las posibilidades que tenemos como seres humanos? ¿Existe en nosotros una motivación interna para mejorar?

Podemos entender que todo comienza con el conocimiento de uno mismo. Y entonces surge la pregunta ¿cómo hacer para conocerse a sí mismo?

El conocer algo nos vuelve capaces de realizar cosas. Si no conocemos, no podemos aprovechar las oportunidades que se presentan. La Logosofía enseña que: “El conocimiento es una de las posesiones a que más debe aspirar el ser humano, ya que la posesión del conocimiento facilita la posesión de todo lo demás.”

Cuando ponemos atención en las actuaciones diarias, por ejemplo, si todos los días salimos de casa con prisa o con retraso y esta situación empieza a molestarnos, podemos preguntarnos: ¿existen maneras de vivir esta situación de otra forma?

Podemos decidir despertarnos más temprano, dejar preparada la comida o la mochila el día anterior. Sin embargo, aunque tomemos la decisión de hacer ese cambio, al día siguiente descubrimos que todo sucede igual.

Entendemos que conocer esta posibilidad es parte de conocerse a uno mismo. De reconocer que la mente está llena de pensamientos, y que es posible escoger con cuáles queremos actuar o no, y que hay una voluntad que podemos fortalecer y servir como defensa de pensamientos contrarios a los propósitos individuales.

Observar los pensamientos es una de las posibilidades del ser humano, y esta capacidad de observar puede activarse y desarrollarse. En estas investigaciones aprendemos que poseemos numerosos recursos internos, como las facultades mentales, tan poco conocidas por el hombre. Entre ellas, aprender a manejar el observar, el pensar, el recordar y el razonar, constituye un valioso camino de perfeccionamiento.

La mente es un sistema que todos tenemos y que puede estar desorganizado por desconocerse su manejo preciso y posibilidades. A través del conocimiento de su mecanismo, aprovechar sus recursos se convierte se en una gran oportunidad.

El ser humano es parte de la Creación, al igual que la naturaleza y los animales. Todo lo que existe nace primero de una idea. Si pensamos en un edificio, antes de su construcción material, ¿donde nació? Dentro de la mente del ingeniero o del arquitecto.

La Naturaleza, tal como es, en sus múltiples modalidades y aspectos, fue creada por algo. El Universo, a su vez, tiene su origen en una Mente Universal, de la cual también procede el ser humano.

Por ser de la misma esencia, dentro de cada mente humana hay una partícula de esta Mente Universal del Creador, una partícula divina que promueve movimientos e inquietudes en cada uno.

Todos los días, con nuestros actos, vamos construyendo la vida que queremos vivir. Pero ¿es acaso lo que heredamos de la vida únicamente lo material, los bienes adquiridos y propiedades?

–¿Y qué decir de los momentos que compartimos en familia o con amigos?

¿Y del sentimiento que nos impulsa a hacer el bien por el otro? 

–¿Y cuando cambio una actitud, freno una reacción y adquiero un nuevo conocimiento o una virtud que me propongo cultivar en mi vida?

–¿Y los pensamientos que cultivo hoy… influirán en el ser que seré mañana?

Es notable que estos aspectos forman parte de un mecanismo sensible presente en el ser humano, donde los pensamientos se jerarquizan en sentimientos y los bienes inmateriales se depositan en lo más profundo del ser.

Con base en nuestra experiencia, comprendemos que la conciencia es la región interna donde, mediante la inteligencia y el desarrollo del mecanismo mental y espiritual, el ser encuentra los recursos para no vivir una vida condicionada por el azar, sino para convertirse en el conductor de su propio destino. Y para conducir la propia vida, ¿qué es necesario?

La Logosofía enseña que el ser humano está formado por dos naturalezas, una física, corpórea, y una espiritual, metafísica. Es esta última la que el ser logra conocer únicamente a través de conocimientos de un orden superior, mediante un proceso de formación consciente que le permite reconocer y activar su conciencia, orientándola hacia su superación individual y hacia una relación más plena con los demás.

En conclusión, existen conocimientos trascendentes que abren oportunidades de superación, permitiendo al ser humano conocer su naturaleza espiritual y construir una herencia de bienes duraderos. Como estudiantes de Logosofía, comprobamos en nuestras propias vidas que esos bienes se ponen al alcance de quien se propone realizar un proceso de evolución consciente y desarrollar, de manera integral, las posibilidades de sus dos naturalezas.

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